Tranquilidad
Está tranquilo el lago, salvo las ondas pequeñas que irradian de mi canoa. Las miro y veo el reflejo de una bandada silenciosa de pájaros desconocidos viajando al sureste. No sé adónde van ni adónde voy yo, pero por ahora estoy contenta de descansar en el frío del día nuevo. Parece que el brillo amarillo del sol empuja el azul nublado hacia la noche que ya ha huido. Entre estos opuestos, la noche y el día, se funden los matices de zafiro y oro, tanto en el reflejo como en el cielo. Y los esqueletos oscuros de los árboles del invierno, altos e imponentes, se estiran los brazos como si quisieran saltar de la negrura de la tierra.